En este mundo libramos un combate espiritual que decidirá nuestro destino eterno. ¡Que pocos lo entienden! Una de las tácticas del enemigo es mantenernos dormidos, distraidos con mil cosas para así vencernos. Aquí les comparto algunos elementos esenciales para vencer.
«El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda» (Apocalipsis 2,11)
Es hora de despertar del sueño.
Debemos saber cual es la meta de nuestra vida: No es aumentar placeres, ni hacernos ricos ni famosos. Es mas bien vivir para siempre como hijos amorosos y fieles de Dios. Desearlo con todo el corazón es la mas alta y gloriosa empresa. En esto consiste la perfección cristiana y la verdadera vida espiritual. No se trata de hacer algunas buenas obras para sentirnos buenos. No confundamos los medios, que son las prácticas de nuestra fe con el fin que es el reino de Jesús sobre nuestros corazones.Medios para santificarse
Dominarnos a nosotros mismos. Hay que vencer la rebeldía de la carne hasta que el espíritu tenga plena autoridad. Es así como llegamos a ser hombres nuevos en el Espíritu, como deseaba San Pablo: "Como ciudadanos del cielo" (Fil 3,20). Esto no lo logran los cobardes y los afectos a este mundo. San Pablo nos dice: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que enseZando a otros el camino de la santidad, yo me quede sin llegar a conseguirla" (I Co 9, 27). Este castigo se trata sobre todo de dominarse a si mismo para hacer la voluntad de Dios en cada momento. Entregarle la autoridad sobre nuestro tiempo, nuestros pensamientos y corazón. Para ello hay que dedicarse a la oración, a la meditación, y a pensar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, no por curiosidad, ni para conseguir gozos sensibles, sino para lograr apreciar mejor, cuan grande es la bondad y misericordia de Nuestro Señor, y cuan espantosa es nuestra ingratitud y nuestra maldad.
«Si alguien
quiere venir conmigo, niéguese a si mismo, acepte su cruz de
sufrimientos de cada dia y sígame» (Mateo 16,24). Cristo nos enseña que
se triunfa venciéndose a si mismo y aceptando con paciencia las
adversidades.
Recibir dignamente y con frecuencia los sacramentos.
A las almas que desean llegar a la Santidad, El Divino Espíritu les recuerda frecuentemente la necesidad absoluta de recurrir a Jesús, La Divina Misericordia que nos da el perdón en la confesión y se nos da como Pan de Vida en la Eucaristía.La Santidad no está en las obras
Existen
almas imprudentes que consideran como lo mas importante para adquirir
la perfección y la Santidad, el dedicarse a obras exteriores.
Las
obras buenas son el fruto y no la fuente de la vida. Sería dañino
dedicarse a las obras si nuestra alma no se alimenta de la fuente. Para
dar buenos frutos hay que reformar los pensamientos y sentimientos y
actitudes. Hay que dominar las malas inclinaciones.
Una trampa.
Los enemigos de nuestra salvación, viendo que la cantidad de
ocupaciones que nos atraen, nos apartan del verdadero camino que lleva a
la Santidad, no solo nos animan a seguirlas practicando, sino que nos
llenan la imaginación de quiméricas y falsas ideas, tratando de
convencernos de que por dedicarnos a muchas acciones exteriores ya con
eso nos estamos ganando un maravilloso paraíso eterno (olvidando lo que
decía un santo:
«Ojalá se convencieran los que andan tan ocupados y preocupados por tantas obras exteriores, que mucho más ganarían para su propia santidad y para el bien de los demás, si se dedicaran un poco más a lo que es espiritual y sobrenatural; de lo contrario todo será lograr poco, o nada, o menos que nada, pues sin vida espiritual se puede hasta llegar a hacer más daño que bien»
Cuidado con los pensamientos grandiosos.
Durante
la oración hay la tentación de que se nos llene la cabeza de
pensamientos grandiosos y hasta curiosos y agradables acerca de futuros
apostolados y trabajos por las almas, en vez de dedicar ese tiempo
precioso a amar a Dios, adorarlo, pensar en sus perfecciones, darle
gracias, pedirle perdón por nuestros pecados; nos dedicamos a volar como
vanas mariposas por un montón de temas que no son oración y aun como
moscardones volando con la imaginación por los basureros de este mundo.
Señal que demuestra el grado de perfección
Aunque la persona se dedique a muchas obras exteriores, pasando tiempos y tiempos en fantasías e imaginaciones, la señal para saber a que grado de espiritualidad es averiguar que cambio y que transformación ha tenido su vida, su conducta y sus costumbres. Porque si a pesar de tantas obras y proyectos siguen deseando siempre que les prefieran a los demás, se muestra lleno de caprichos, rebelde y obstinado en su propio parecer sin querer aceptar el parecer de los otros y sin preocuparse de observar sus propias miserias y debilidades se dedica a observar con ojos muy abiertos las faltas y miserias ajenas (repitiendo lo que tanto criticaba Jesús: «Se fijan en la basurita que hay en los ojos de los demás y no en la viga que llevan en sus propios ojos».
Esto
es señal que el grado de su Santidad es muy bajo todavía. Y si cuando
alguien se atreve a herirles algo en su propia estimación con críticas u
observaciones o negación de especiales demostraciones de aprecio,
estallan en ira e indignación. Cuando se les dice que lo importante no
es tanto el numero de oraciones y devociones que tiene, sino la calidad y
el amor a Dios, al prójimo que hay en esas practicas de piedad; se
enojan, se turban, se llenan de inquietud y no aceptan esto de ninguna
manera; con ello están demostrando que su santidad es demasiado pequeña
todavía. Mas aun cuando Nuestro Señor, para llevarles a mayor perfección
permite que les lleguen enfermedades, contrariedades, pruebas y
persecuciones, entonces si que manifiestan que su santidad es falsa,
porque estallan en quejas y protestas y no aceptan conformar su voluntad
con la Santísima Voluntad de Dios.
Un pecador muy difícil de convertir
La
experiencia de cada día enseña que con mas facilidad se convierte un
pecador manifiesto, que otro que se oculta y que se cubre con el manto
de muchas obras externas de virtud. Porque a estas almas las deslumbra y
las ciega de tal manera su orgullo que: es necesaria una gracia extraordinaria del Cielo, para convertirlas
y sacarlas de su engaño. Están siempre en un dañoso peligro de
permanecer en su estado de tibieza y postración espiritual, porque
tienen oscurecidos los ojos de su espíritu con un enorme amor propio y
un deseo insaciable de que la gente les estime y les aprecie, al hacer
sus obras exteriores, que de por si son buenas, pero buscan satisfacer
su vanidad y se atribuyen muchos grados de perfección y en su presunción
y orgullo, viven censurando y condenando a los demás.
No consiste en la perfección,
pues en dedicarse a muchas obras exteriores. Pues como dice San Pablo:
«Aunque yo haga las obras más maravillosas del mundo, si no tengo amor a
Dios y al prójimo, nada soy» (1Corintios 13).
¿Cuál es la base, entonces, para obtener la perfección?
La base de la perfección y santidad consiste en cinco cosas.
- En conocer y meditar la grandeza y la bondad infinitas de Dios, y nuestra debilidad, e inclinación tan fuerte hacia el mal. Es la gracia que durante noches enteras pedía San Francisco de Asís en su oración, hasta que logró conseguirla: "Señor, conózcate a tí; conózcame a mí".
- Aceptar ser humillados y sujetar nuestra voluntad no solo a la Divina Majestad, sino a personas que Dios ha puesto para que nos dirijan, aconsejen y gobiernen.
- En hacerlo y sufrirlo todo, únicamente por amor a Dios y por salvación de las almas; por conseguir la gloria de Dios y lograr agradarle siempre a El. Así cumplimos el primer mandamiento que dice: «Amarás al Señor tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma y sobre todas las cosas».
- Cumplir lo que exige Jesús: "Negarse a sí mismo", aceptar la cruz de sufrimientos que Dios permite que nos lleguen, seguir a Jesús imitando sus ejemplos; aceptar su yugo que es suave y ligero; aprender de Él que es manso y humilde de corazón (Mateo 11.22).
- Obedecer lo que aconseja San Pablo: "Imitar el ejemplo de Jesús que no aprovechó su dignidad de Dios, sino que se humilló y se hizo obediente, hasta la muerte y muerte de cruz". (Fil 2 )
Cuota inicial grande, para una adquisicón inmensa
Alguien
dirá: "Es que son demasiadas condiciones las que se piden". La razón es
esta: Lo que se va a obtener, no es una perfección cualquiera o de
segunda clase, sino la verdadera santidad. Por eso, porque lo que se
aspira conseguir es de inmenso valor, las cuotas que se exigen son
también altas. Pero no son imposibles. Aquí hay que repetir lo que decía
Moisés en el Deuteronomio: «Los mandatos que se te dan, no están por encima de tus fuerzas, ni son algo extraño que tu no puedas practicar» (Deuteronomio 30).
Combate duro, pero premio grande
Estamos
escribiendo para quienes no se contentan con llevar una vida mediocre,
sino que aspiran a obtener la perfección espiritual y la santidad. Para
esto es necesario combatir continuamente contra las inclinaciones malas
que cada cual siente hacia el vicio y el pecado; dominar y mortificar
los sentidos, tratar de arrancar de nuestra vida las malas costumbres
que hemos adquirido, lo cual no es posible sin una dedicación
infatigable y continua a la tarea de conseguir la perfección, la
santidad y tener siempre un ánimo pronto, entusiasta y valiente para no
dejar de luchar por tratar de ser mejores. Pero el premio que nos espera
es muy grande. San Pablo dice «Me espera una corona de gloria que me
dará el divino juez, y no sólo a mí sino a todos los que hayan esperado
con amor su manifestación» (2 Timoteo 4,8). «Pero nadie recibirá la corona, si mo ha combatido según el reglamento» (2 Timoteo 2,5).
Algo que es muy agradable a Dios
La
guerra que tenemos que sostener para llegar a la santidad es la mas
difícil de todas las guerras, porque tenemos que luchar contra nosotros
mismos, o como dice San Pedro: «Tenemos que luchar contra las malas inclinaciones de nuestro cuerpo, que combaten contra el alma»
(1 Pedro 2,11). Pero precisamente porque el combate es mas difícil y
mas prolongado, por eso mismo la victoria que se alcanza es mucho mas
agradable a Dios y mas gloriosa para quien logra vencer; porque aquí se
cumple lo que dice el Libro Santo: «Quien se domina a sí mismo, vale más
que quien domina una ciudad» (Proverbios 16,32). Lograr dominar las
propias pasiones, refrenar las malas inclinaciones, reprimir los malos
deseos y malos movimientos que nos asaltan, es una obra que puede
resultar ante Dios mas agradable que si ejecutáramos obras brillantes
que nos dieran fama y popularidad. Y como el contrario, pudiera
suceder que aunque hiciéramos muchas obras externas admirables ante la
gente, en cambio ante Dios no seamos agradables porque aceptamos en
nuestro corazón seguir las malas inclinaciones de nuestra naturaleza y
nos dejamos llevar y dominar por las pasiones desordenadas.
Por
eso debemos tener cuidado, no sea que nos contentemos con dedicarnos a
hacer obras que ante los demás nos consiguen fama y prestigio, mientras
tanto dejemos que los sentidos se vayan hacia el mal, la sensualidad nos
domine y las malas costumbres se apoderen de nuestro modo de obrar.
Sería una equivocación fatal.
Cuatro condiciones
Hemos visto en que consiste la perfección espiritual o santidad y qué ventajas tiene. Ahora vamos a tratar de las cuatro condiciones que son necesarias para lograr adquirir dicha perfección, conseguir la palma de la victoria y quedar vencedores en la batalla por salvar el alma y conseguir alto puesto en el cielo. Esas cuatro condiciones son:
- Desconfianza de nosotros mismos
- Confianza en Dios
- Ejercitar las cualidades que se tienen
- Dedicarse a la oración
Fuente: Corazones.org