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VR: Cuando te puede gustar más la ficción que la realidad


Llega la primavera y con ello los sentimientos encontrados. Muchos refugian sus aflicciones en las aplicaciones que ofrece el mundo de Internet. En ellas se sumergen las lágrimas que jamás salen de esos ojos tristes, ya que su única forma de canalizar la angustia se traduce en unos lentes VR y el software. Casi como una premonición distópica se presentan millones de juegos frente a un espectador cada vez más ávido de bits por segundos. En el fondo de la cuestión hay una problemática jamás superada por el hombre, quizá porque nunca ha debido superarse, la cuestión de la nostalgia.

Esta palabra comienza a tener menos popularidad a medida que las generaciones van pasando. Los BabyBoomers vivían con ella, y no porque quisiera, sino debido a las guerras pasadas que dejaron gran sufrimiento. La generación X la vio más complicada por lo que tuvo que desahogar todo el sentimiento en las letras de canciones, películas y literatura disponibles. ¡Jamás había tenido tanto auge la música romántica cebollera como en los 80’s y 90’s. Pero en la generación Y, o bien llamada Millennial, ya la nostalgia comienza a desaparecer. El millennial se acostumbra a los cambios y no piensa tanto en los momentos pasados, la nostalgia queda empolvada en fotos impresas y vinilos usados casi condenada al exterminio. Pero no, no podría ser así. Los millennials también se encontrarían una y otra vez con este sentimiento del pasado arrastrado hacia el presente. Por más tecnología y progreso seguirían la memoria de lo que fue, de aquello que podría haber sido, de las personas conocidas, etc.

A falta de música cebollera y sucedáneos cinematográficos de antaño, la Realidad Virtual sería la encargada de esfumar la nostalgia del corazón de los jóvenes del tercer milenio. Y es que no se quieren afrontar algunos sentimientos que incomodan al joven de hoy. ¿Cómo hacer para desaparecer la nostalgia, el añoro de los tiempos pasados, el silencio incómodo de los pensamientos? La RV (o VR por sus siglas en inglés) llegó para quedarse, para abrirnos un nuevo mundo en el que podemos elegir y desechar, un mundo construido por ti mismo y para ti mismo. Un mundo en el que no existe la contradicción ni la melancolía, donde si algo no te gusta se puede “personalizar” y poco a poco te conviertes en dios de tu propia vida, un auto-dios que no hace milagros ni satisface esperanzas, sino que esconde la realidad sufriente y encarnada de la humanidad.

¿Buena o mala? No soy yo el más capacitado para darte esta respuesta, pero sin duda que es ajeno a la humanidad que hemos heredado de la cultura judeocristiana. La RV se presenta ante nuestros ojos como el nuevo “nirvana”, aquel lugar en el que no hay dolor ni sufrimiento, te escapas de la fragilidad del ser hombre para encontrarte simplemente con la nada. O como aquella aspirina que tomamos y ya no sentimos malestar, un sucedáneo tecnológico de un mundo fantástico e irreal.

El software se mejora y con ello las sensaciones del usuario. Pero, ¿qué tal si me gusta más el mundo dentro de la “mátrix” que fuera de ella? ¿Qué tal si me hago adicto a aquella realidad virtual que me presenta un mundo adaptado a mis gustos? ¿Podríamos también responder con la frase cliché: “si te gusta, está bien por mí” o intentaríamos hacer algo más por aquella persona? Nos enfrentamos a un futuro que poco a poco va cumpliendo las predicciones de películas como Mátrix o, sin ir tan lejos, los vaticinios de Ready Player One. Un futuro donde para distraer el alma estamos dispuestos a realizar el viaje de nuestras vidas, de la realidad a la fantasía, sin saber si volveremos a tocar el suelo de nuestros días pasados.

Photo by Artyom Kim on Unsplash

Hay límites que no debemos pasar. Aquí es donde Isaac Asimov plasma las leyes básicas de la robótica publicadas por primera vez en el “Círculo vicioso”, un relato de 1942:

  1. Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que ello no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Pero, si perdemos la humanidad poco a poco, ¿cómo podrán los robots salvarnos de la debacle inminente? Siempre tendrá que haber un humano capaz de recordarnos el pasado, como en la película The Giver. Una persona que tenga la sabiduría suficiente como para volver la mirada atrás y rescatar lo esencial del hombre. Pero este es otro cuento que quizá en otro post podría comentar.

¿Cómo serán los hijos de esta generación Millennial? ¿Serán capaces de entablar relaciones persona a persona o se quedarán en la ilusión de un mundo construido en bits? Aunque la realidad parece augurar otra cosa, creo que no podemos perder la esperanza. La película El Círculo trae un poco de tranquilidad, al ser los mismos impulsores de la tecnología dominante quienes buscan volver al pasado, como si se hubiesen dado cuenta de que no estuvo bien dar saltos de progreso sin tener en cuenta los límites y riesgos. Siempre habrá alguien que vea las cosas de otra manera y quiera recuperar la humanidad perdida, siempre habrá alguien que se preocupe de que nuestro futuro no caiga en manos de gente inescrupulosa o carente de sentido.

En fin, la Realidad Virtual ha llegado para quedarse, gozaremos varias décadas de este maravilloso invento (porque tiene cosas buenas y malas). Quizá en el futuro nazca otra adicción llamada “VR-Adictos”, que no puedan estar en el muno real, que ni siquiera duerman por estar conectados a la plataforma. Siempre hay exagerados. Tú, por tu parte, toma el buen camino, se conciente de los límites que tiene la tecnología y no te dejes llevar por el impulso de la novedad, sino por el sentido común que viene por default en nuestra alma. Busca ser un hombre o mujer de criterios firmes, rinde culto a la denominación Homo Sapiens Sapiens a la cual perteneces y echa a andar tu cerebro, reflexiona. Si vives en el mundo de esta forma te aseguro que no caerás en extremos y aprovecharás bien toda la tecnología disponible. Tú puedes hacer la diferencia, tú podrías convertirte en el próximo John Connor que salve la humanidad del Terminator de los algoritmos.


Foto de Minh Pham en Unsplash

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