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¿Un católico en Internet? 7 consejos fundamentales para poner en práctica


La presencia cristiana católica en Internet es fundamental hoy en día. Si hace unos año la TV o la radio eran los medios masivos de comunicación, hoy es evidente que todo se ha unido formando un solo medio de comunicación: el Internet.
El Papa Benedicto XVI, hablando sobre las comunicaciones sociales en 2009, exhortaba a los jóvenes con estas palabras: «Amigos, sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambientecomunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida». No hablamos ya de un instrumento de evangelización, hablamos de un ambiente, un lugar común en el que todos nos encontramos. Es importante tener en cuenta estos 7 consejos que les voy a dar, quizá les ayuden a vivir mejor su experiencia personal en las resdes y a llevar el mensaje de Jesús a muchos de sus amigos.
Cuando un católico está en Internet, es importante…

1. Dar testimonio de nuestra fe

La clave en este punto es siempre construir: una Iglesia que construye es una Iglesia que edifica el Reino de Cristo en la tierra. El propio testimonio de fe comunicado a los demás irradiará luz. No es muy común que un joven hoy se decida a hablar públicamente de su fe, por lo general se reciben cuestionamientos, críticas, etc. No importa, siempre responder a los ataques con la enseñanza de Jesús: el amor. Llegará el día en que no sepamos responder, es normal, no todo lo sabemos, pero siempre con humildad decir un: «No sé realmente, pero lo buscaré». Nuestro testimonio auténtico de vida llevará a otros a contagiarse de ese “no sé qué” que el cristiano tiene, y que es Jesucristo. En la esencia de nuestra predicación está siempre Dios. ¡No tengas miedo a hablar de Dios en las redes sociales, antes bien, anímate a compartir tu fe con los demás!
«Porque tengo presente la sinceridad de tu fe […] Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por Evangelio, animado con la fortaleza de Dios» (2 Timoteo 5-8).

2. Edificar con sus palabras

Tener una vida pública trae consigo críticas, opiniones, comentarios y un sinfín de reacciones. No siempre cae bien nuestro mensaje. A veces se nos “ataca”, y digo “ataca” entre comillas porque creo que estas situaciones podemos transformarlas en oportunidades. Sí, cada ataque u ofensa es una oportunidad para demostrar lo que somos, para decirle al otro que le amamos, para ser auténticamente cristianos y así estamos edificando (como se dice en lenguaje espiritual) con nuestras palabras. No es difícil, pero requiere mucha humildad y reflexión porque el momento puede encender en nosotros la ira respondiendo con una actitud anti-cristiana. Necesitamos detenernos y pensar bien las cosas, valorarlas, recordar el ejemplo de Cristo y luego actuar. San Alberto Hurtado decía: «En todo amar y servir», que así sea en nuestra vida, que el amar me lleve al edificar.
«No profieran palabras inconvenientes; al contrario, que sus palabras sean siempre buenas, para que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo» (Efesios 4, 29-32).

3. Alentar a los desanimados

En mi experiencia personal debo decir que este es un punto necesario. Apenas abrimos las redes sociales nos bombardean mensajes de todo tipo, lamentablemente muchos de ellos negativos como comunicando desánimo y cansancio de la vida. ¿Qué podemos hacer? San Francisco de Asís decía: «Oh, maestro, que no empeñe tanto en ser consolado sino en consolar, en ser comprendido sino en comprender, en ser amado sino en amar…». Poner la mirada en el otro es la actitud cristiana, preocuparnos por los demás, sembrar la esperanza, el amor, la concordia, unir… siempre unir. Las redes sociales y el Internet en general serán siempre un gran gimnasio para fortalecer la fe, alentando a los cansados, consolando a los afligidos, animando a los desanimados y dando esperanza a quienes ya la han perdido. Pero debes tener un corazón fuerte para no caer tú también en el desánimo. ¡Ejercítate como cristiano en el gimnasio de la caridad!
«Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. Unete al Señor y no se separes, para que al final de tus días seas enaltecido. Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación. Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación. Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él» (Eclesiástico 2, 1-6).

4. Evitar discusiones absurdas

Un signo de humildad y respeto es escuchar cuando el otro habla y callar cuando no se sabe. Ser católico no significa tener la respuesta de todo, hay veces en que el mejor consejo es callar, en que la mejor defensa de la fe es el silencio. Por eso, si no sabemos sobre un tema es mejor permanecer en silencio y evitar discusiones absurdas donde no llegamos a nada por falta de conocimiento. Eso sí, en la medida de lo posible hay que hacer el esfuerzo por profundizar nuestra fe e informarnos incluso de las últimas noticias de la iglesia para que no nos encuentren desprevenidos. Siempre sinceridad y humildad. Decir: “lo desconozco”, “no sé”, “la verdad es que no tengo bien claro el tema” será siempre un signo de humildad. Lo demás déjaselo al Señor. La mejor arma que tenemos los católicos es el amor, y amando es como vencerás.
«Una cosa es cierta, y en ella debes insistir: los que creen en Dios han de destacarse en el bien que puedan hacer. Ahí está lo bueno y lo que realmente aprovecha a la sociedad. Evita, en cambio, las cuestiones tontas, las genealogías, las discusiones y polémicas a propósito de la Ley; no son ni útiles ni importantes» (Tito 3, 8-9).

5. Compartir nuestro tesoro: Jesús

¡Qué gran ejemplo nos dan los conversos al catolicismo! Ellos se han encontrado cara a cara con Cristo y le han descubierto como un tesoro, como su tesoro. Como dice la parábola de Jesús en el Evangelio: «El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo» (Mateo 13, 44). Han dejado todo para vivir en Cristo. Él es el verdadero tesoro de nuestra vida. Un tesoro que podemos guardarlo para nosotros mismos, un tesoro que se comparte. A veces sin palabras somos portadores del mensaje de amor. «Nosotros somos el buen olor de Cristo» (2 Corintios 2, 15), que nuestra vida huela a Cristo. ¡Qué alegre se pone el corazón cuando llevamos a Jesús a los demás!
«Pero, ¿como invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: “¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!”. Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: “Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?”. La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo» (Romanos 10, 14-17).

6. Tener una sola vida, no doble

El problema está cuando llevamos una vida “social” muy aparatosa en Internet: nos mostramos como seguidores de Jesús, auténticos cristianos, llenos de vida y de profunda oración, pero en la vida real hay muy poco de eso. Salimos de fiesta todos los fines de semana y hacemos cosas que no están de acuerdo con nuestra fe. Creemos unas veces y otras le abandonamos; decimos sí, y luego lo negamos. Hoy en día somos personajes públicos, más aún los cristianos (que estamos en la mira casi siempre). Si te ven en las redes sociales como una persona piadosa y comprometida con Dios y en la vida real te ven emborrachándote y “viviendo la vida” como si no hubiera mañana… hay algo que no va bien. Vivir una doble vida tarde o temprano terminará alejando a más de uno de la fe… ser un testimonio de Jesús es ser auténtico, vivir una sola vida siempre.
«Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias» (Colosenses 3, 12-15).

7. Ilumina a los demás

Nuestra misión muchas veces es “ser luz en medio de las tinieblas”. Sin pensar que todo en el mundo es malo, es oscuridad, es tiniebla (porque la verdad no es así), debemos caer en cuenta que de una u otra forma llevamos con nosotros a Jesús. Iluminamos con nuestras palabras, con nuestros gestos, con nuestras acciones, con nuestros pensamientos, con todo nuestro ser. Pero para iluminar debemos ser lámpara. Llevar una vida “oscura” siendo católico de seguro no iluminará a nadie. Pero recuerda siempre que Jesús nos dejó los sacramentos para volver a encender la llama dentro de nosotros, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación. Ellos son capaces de devolvernos a la luz, de re-vivirnos del pecado hacia la vida que es Cristo. No temas en acudir a ellos y serás luz para los demás en cada instante de tu vida.
«Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos» (Mateo 5, 14-16).


En la era digital un testimonio verdadero será un gran sostén para tus amigos. El bien se difunde por sí mismo, se contagia. Si cada uno de nosotros nos comprometiéramos a vivir según el Evangelio, si pudiéramos cada uno un grano de arena, llegaríamos muy lejos y transformaríamos el mundo. En un tweet, el Papa Francisco nos deja un mensaje muy profundo: 

«No subestimemos el valor del ejemplo, porque tiene más fuerza que mil palabras, que miles de “likes” o “retweets”, que mil vídeos en Youtube» (23 de febrero de 2017).

Así es, un testimonio auténtico de vida cristiana, verdadero, sin caretas, sincero y elocuente cambiará el mundo. ¿Quieres ser parte de este cambio? Toma en cuenta estos 7 consejos, ponte en marcha y renuévate. ¡La Iglesia te necesita, Cristo te necesita… todos te necesitamos!

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