Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Imagen

“Fue en el silencio donde escuché Tu voz”


Hablar del silencio en un mundo tan ajetreado puede parecer atrevido, pero no, el silencio es necesario para todo ser humano. ¿Nunca se han preguntado por qué existe el silencio? ¿Qué necesidad tenemos de él? ¿Acaso es algo más que la incómoda ausencia de ruido? El silencio es un don que aún debemos descubrir. El silencio permite callar, permite detenerse, ponerle freno a nuestra vida. El silencio viene siendo como el descanso del alma en los peores momentos, o el gozo en aquellas circunstancias memorables. Pongo dos ejemplos. Cuando visitamos a alguien que ha perdido un ser querido, ¿qué podemos decirle? Ahí el silencio viene siendo el mejor aliado. O cuando vamos de paseo y contemplamos parajes hermosos; en ese momento el silencio es la mejor expresión de esa belleza. Así también sucede con nuestra vida espiritual. ¿Has sentido que Dios se calla, que no te habla? Pues es algo que todos vivimos, eso sí, en distintos momentos de nuestra vida. El silencio, en ocasiones, es la mejor respuesta de Dios. Sí, aunque suene raro o contradictorio, es en el silencio donde encontramos constantemente a Dios.
No todos tienen la misma experiencia del silencio. Cada uno lo vive de acuerdo a su propia experiencia de vida, a su propio encuentro con el Señor, a su propia fe. Para unos el silencio puede ser fatal, incómodo, casi como el olvido. Para otros, sin embargo, puede significar una oportunidad para profundizar, para reflexionar, para mirar lo que a simple vista no se ve. Ahora viene la pregunta necesaria: ¿cómo vives tú el silencio? ¿cómo lo vez? Analiza tu mirada un momento. Detente. Frena el ritmo de tu vida. Respira hondo y escucha el ruido del silencio. ¿Qué te dice? ¿te incomoda? ¿Te asusta? ¿Te da tranquilidad? Haz la prueba y verás. De esta forma, comprendiendo bien el silencio, podrás ver a Dios y oírle también allí. No huyas del silencio, antes bien, búscalo. El silencio podría ser el lugar donde encuentres a Dios.
«Fue en el silencio donde escuché Tu voz». Esa es mi experiencia de vida. Fue en el silencio de la vida, de la fe, en el silencio de la oscuridad donde pude escuchar la voz de Dios. Es un resonar profundo en el corazón, un eco que se extiende por doquier. Silencio. Tan temida esta palabra y tan aprovechada a la vez. Tan despreciada por la vida mundana, de fiestas y disfrutes temporales; y tan querida por los monjes contemplativos en sus monasterios. ¿Qué tiene el silencio que nos hace cosquillas en el estómago? ¿Qué se esconde en el silencio? Si tu corazón está sediento de Dios, si eres generoso, si te desprendes un momento de ti mismo… y buscas el silencio… podrás escuchar la voz de Dios. Una voz tenue pero poderosa; una voz casi imperceptible pero llena de fuerza; una voz misteriosa pero llena de verdad.
Atrévete, enfrenta el silencio de tu vida y abre tu corazón.
¡Si el mudo silencio hablara!,

¡hablar no sabe el silencio!,
diría que Dios sólo habla
desde el ambón de este templo.
Por el silencio bendito

volar puedo al infinito
fondo sacro de mi ser
y regar puedo las flores,
los anhelos, los amores
que en mi vida han de crecer.
¡Divo silencio incoloro
que modula mi talante
con el aire edulcorante
en este templo insonoro!
¡Si el mudo silencio hablara!,

¡hablar no sabe el silencio!,
diría: “la vida humana
fecunda brota en mi seno”.
Es el preciado momento

en que diseño el proyecto
del vivir de cada día,
de conjugar la razón
y el sentir del corazón
en la misma sinfonía.
Es momento de escoger

entre cizaña y el trigo
y traerlo a mi molino
del sentir y del querer.
¡Si el mudo silencio hablara!,

¡hablar no sabe el silencio!,
Con melódicos acentos
cantaría su guitarra
al compás de estos arpegios:
“De tu silencio a la orilla,
escucha siempre la vida,
pues es Dios quien habla en
ella:
con vibrar de diapasón
su melódica canción
en las entrañas penetra;
sólo el silencio lo aprecia
el hombre sabio y prudente
y lo desprecia la gente
insensata, simple, necia.
Extracto de “Silencio”

por Antonio Rodríguez Suárez |Publicaciones claretianas 1999

Comentarios